¡Salta!


Creo que todos estamos de acuerdo en que la energía de un niño parece no tener límite.

Cuando ves a los pequeñines en un parque corriendo, saltando, trepando...sólo verles llega a cansarte. En casa, en invierno, los pobrecillos parece como si estuvieran enjaulados y maquinan millones de atropellos: saquean cajones, esparcen todas las cosas pequeñas que encuentran, rompen facturas en cachitos...dan rienda suelta a su energía, en definitiva.

Cuando esto sucede y, dentro de lo posible, os invito a que participéis en el juego. Coged al niño, bailad, saltad con él, revolcaros y haceros cosquillas. Quedaréis totalmente contagiados de energía y sentiréis que la circulación os va mejor. Reíros hasta que acabéis despeinados, sudorosos y derrotados...Veréis qué buen rato. Eso sí, las facturas que haya que pagar, guardadlas en lugares seguros.